El proyecto fin de carrera de Steven Spielberg

       En el mundo hay dos clases de personas: los millonarios y los que no lo sois. Formar parte de ese primer grupo puede depender de muchas variables, como por ejemplo, heredar una fortuna familiar, tener un golpe de suerte, disponer de una  mente privilegiada o de un talento especial. En ocasiones es la suma de varios factores lo que lleva a la persona a llenarse los bolsillos. Es el caso de Steven Spielberg, uno de los directores más talentosos de la historia del cine, y probablemente el más conocido a nivel mundial (con permiso de Pedro Almodóvar.)

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Spilby, feliz, posando ante la cámara

 

      Spilby, como le llaman sus amigos, comenzó a estudiar cine en la Universidad Estatal de California, Long Beach, a mediados de los sesenta. Sin embargo no llegó a terminar, pues le ofrecieron un puesto como “becario” en los Universal Studios, donde trabajó siete días a la semana sin cobrar un dólar. Desde entonces las cosas no le fueron mal. Rodó películas que rompieron en taquilla como Tiburón, E.T, Indiana Jones o Jurassic Park, y ganó dos Oscars y cinco Globos de Oro, convirtiéndose en uno de los directores más prestigiosos de Hollywood.

Su talento le llevó a alcanzar la fama mundial y a pertenecer a ese primer grupo del que hablaba al principio de la entrada. Y entonces, treinta y tres años después de haber dejado la universidad, decidió hacer algo que sólo una persona de su posición se podría permitir. Por aburrimiento, por orgullo, o quien sabe por qué motivo, decidió retomar sus estudios. Y como proyecto de fin de carrera presentó el que es posiblemente uno de los mejores trabajos que ningún profesor universitario haya tenido que corregir jamás: La Lista de Schindler.

 Así sí, Spilby.

Top 10 canciones Cómo Conocí a Vuestra Madre

El 23 de septiembre se estrena la novena y última temporada de Cómo Conocí a Vuestra Madre. Parece que fue ayer cuando vi por primera vez a Barney Stinson disfrazándose de su yo viejo para hacerle creer a una moza que venía del futuro y debía acostarse con él para salvar el mundo. Fue gracias a Barney que me enganché a una serie que, dicho sea de paso, ha tenido muchos altibajos a lo largo de su ya relativamente larga vida. Una serie a la que han llegado a comparar con Friends, comparación en mi opinión ridícula, ya que no ha habido ni habrá serie (de comedia) que se pueda comparar a la de los seis “colegas”. Sin embargo, dejando de lado comparaciones inútiles, se puede decir que CCAVM es una buena serie, que sobre todo gracias a ese personaje legendario que es Barney, da para momentos realmente divertidos y graciosos.

Una de las mayores diferencias entre Friends y Cómo Conocí a Vuestra Madre, es que esta última ha dotado de mayor dramatismo a su trama, con momentos serios en los que el humor no tiene cabida, impropios de una serie de comedia. Esos momentos en los que se rompe una relación, muere el padre de un protagonista, o simplemente Ted cierra capítulo con una reflexión sobre la cruda realidad, pero siempre, siempre, con optimismo. Esos capítulos que, como todo lo bueno, acaban con una gran canción. Y de eso va la entrada de hoy. De una selección de las canciones top de la serie. No ha sido fácil, alguna se quedará por el camino, alguna que otra para alguno no merezca estar. Pero ya sabéis… rigurosa subjetividad.

 Top 10 canciones Cómo Conocí a Vuestra Madre

The Funeral – Band of horses

 

Oxford Comma – Vampire Weekend

 

Let your heart hold fast – Fort Atlantic

 

Long as I can see the light – Creedence Clearwater Revival

 

The Wind – Cat Stevens

 

Simple Song – The Shins

 

Museum of Flight – Damien Jurado

 

Passenger Side – Wilco

 

Always Love – Nada Surf

 

Shake it out – Florence + The Machine

 

CANCIÓN BONUS: The Longest Time – Billy Joel

Pollo Wendy

Hoy comparto la receta de uno de los muchísimos platos que sé cocinar (mentira): el famoso pollo Wendy. Sencillo, original y delicioso.

Ingredientes

–       Pechuga de pollo

–       Cebolla

–       Nata líquida

–       Beicon o jamón serrano

–       Hiervas de Provenza

ImagenElaboración

Paso 1. Se calienta un poco de aceite en una sartén (muy poco, lo justo para cubrir la sartén). Cuando esté caliente, se echa la cebolla cortada en trozos muy pequeños, y se deja a fuego lento unos 15-20 minutos. Transcurrido este tiempo, se sube el fuego para dorar la cebolla. Una vez dorada, la retiramos de la sartén.

Paso 2. Turno para el beicon. Igual que la cebolla, se trocea en pequeños fragmentos, y se fríe en una sartén con muy poco aceite, pero esta vez a fuego medio-alto. Recomendación: No hacerlo demasiado, que quede tierno. Una vez hecho, lo separamos con la cebolla.

Paso 3. Turno del pollo. En trozos pequeños (el tamaño dependerá del gusto). Se le echa sal y se fríe en la sartén también con el aceite justo, a fuego medio-alto.

Paso 4. Cuando el pollo esté casi hecho, se añade la cebolla y el beicon, sin que caiga aceite, juntándolo todo para que el pollo vaya adquiriendo el sabor de los otros dos ingredientes. Se da vueltas y se echa más sal. Se baja el fuego, a fuego lento.

Paso 5. Se añade por primera vez hierbas de Provenza. En buena cantidad. Se sigue moviendo. Estas hierbas son el elemento más importante del pollo, el que le dará ese sabor característico al final. Se podrían emplear otras hierbas, pero estaríamos rompiendo la esencia del pollo. Cuando la abuela de Wendy inventó esta receta, empleó hierbas recogidas en los campos de su Provenza natal. La madre de Wendy cocinaba su pollo con estas hierbas, Wendy aprendió a hacerlo de esta manera, y Wendy me transmitió el secreto a mi. No usar hierbas de Provenza sería romper con una tradición que sigue viva cuatro generaciones después. No lo estropeemos.

Paso 6. Añadir la nata. ¿Cantidad? La que queramos. Depende el número de comensales y la cantidad de pollo. Se va añadiendo y dándole vueltas. Dependerá del cocinero echar más o menos. La cocina es una práctica creativa, cada uno puede aportar su granito de arena y darle su toque único y personal a los platos. Es otra de las lecciones que me enseñó Wendy. Así pues, una vez ennatado el pollo, se le puede añadir más hierbas y sal, eso seguirá dependiendo de los gustos.

Paso 7. Servir. Comer. Disfrutar. Aplaudir.

Recomendación de acompañamiento:

  1. Arroz blanco. Es la primera opción. Se puede comer por separado o mezclarlo. En caso de mezclar, es conveniente que el pollo tenga abundante nata.
  2. Espaguetis. También buena mezcla. En este caso, recomiendo mezclarlo sí o sí, y utilizar abundante nata. Además echar un poco de pimienta negra.

Accidente de moto

Ayer subía con mi moto el Paseo de la Castellana a eso de las seis de la tarde, cuando a lo lejos divisé una ambulancia y un coche de policía en un cruce a derechas. Tuve la fortuna de que me tocó el semáforo rojo a escasos metros del accidente, por lo que pude cotillear. Detrás de la ambulancia me pareció ver una moto tumbada. Me entró “yuyu”. Y al arrancar pude confirmar mis temores: había un motorista tirado en el suelo. El resto del camino lo anduve mucho más despacio de lo habitual, acojonado. Y hoy me levanto y en la prensa encuentro la noticia de que Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid, sufrió ayer un accidente de moto en La Castellana alrededor de las seis de la tarde y se encuentra ingresada en estado grave en el hospital madrileño de La Paz. Casualidades de la vida. Como la prensa es así de guay, también ha publicado un mapita con el lugar exacto del accidente y más detalles, por lo que he podido confirmar por si quedaba alguna duda que sí, que era ella. Desde aquí le deseo una rápida recuperación, ya que sé con certeza que me lee.

Hoy ya se me ha pasado el miedo. De hecho estoy de celebración porque el cuentakilómetros ha alcanzado esta misma tarde los cinco mil. Una alta cifra, teniendo en cuenta que no hace ni dos años que la tengo, que sólo la uso por Madrid y que he estado casi nueve meses en Lille. Así que brindo por otros cinco mil más. Cinco mil kilómetros de colocarme en primera fila en los semáforos por muchos coches que haya; de aparcar en la puerta de cualquier sitio; de no tener que comprar el abono de metro… Pero sobre todo, por ese ahorro de tiempo que me regala cada día, impagable. Minutos que sumados son horas, horas que se convierten en días… ¿Hay algo más valioso que el tiempo?

Un perro en una maleta

Sus vecinos se iban de vacaciones y le pidieron un favor. Su perro, Bruno, un viejo labrador de catorce años y treinta kilos, se encontraba enfermo y necesitaba que alguien estuviera pendiente de él. Medicarle, darle agua, comida y mimos. Jacqueline, que desde que se instaló en el edificio hacía ya 3 años había cogido cariño al perro, no dudó en aceptar. Y como a Bruno le costaba moverse, decidieron que lo mejor era que “Jacqui” se trasladara de apartamento y durante una semana viviera en casa de sus vecinos. No era incómodo, ya que si necesitaba algo solo tendría que cruzar el rellano, así que se instaló con el perro.

Los dos primeros días transcurrieron con normalidad. Incluso parecía que Bruno estaba más activo. Andaba más de tres metros sin pararse a descansar, había ladrado un par de veces al periquito que tenían en la cocina para que se callase, y tenía más apetito del que acostumbraba. Por eso a Jacqueline se le cayó el alma a los pies cuando la mañana del tercer día se lo encontró muerto. Acurrucado enfrente del televisor, donde la noche anterior habían visto juntos Marley&Me, yacía sin vida el pobre labrador, con la cabeza metida entre las patas delanteras. La joven no tardó en llamar a sus dueños para comunicarles la noticia. Tras una breve llorera y muy receptivos, dado que se lo esperaban, le pidieron a la chica un último favor: que lo llevara al veterinario.

“¿Qué estoy haciendo?”, iba pensando Jacqueline, mientras arrastraba una pesada maleta por las calles de París de camino al metro. Su cabeza daba vueltas. Aquello parecía una locura. Pero, ¿Cómo si no iba a transportar un labrador de 30 kilos? No tenía coche, ni nadie que le pudiera llevar, y la carrera de un taxi desde su casa al veterinario le podía dejar sin comer una semana. Era su única opción. Al fin, tras un largo recorrido, sudando y con mucho esfuerzo, consiguió llegar a la boca de un metro parisino que carece de escaleras mecánicas y ascensor.

–       Disculpe señorita, ¿necesita ayuda con la maleta?

–       Ah pues sí, muy amable gracias.

–       ¡Madre mía! Pesa como un muerto.

–       Jeje (eehh).

–       ¿Y qué llevas dentro si se puede saber?

–       (Piensa rápido Jacqui, piensa rápido) Material informático.

–       Entiendo

Todo lo que viene a continuación pasó muy deprisa. El metro llegó al andén, y el amable señor echó a correr escaleras abajo con la maleta, consiguiendo meterse en el vagón justo antes de que se cerrasen las puertas. La pobre Jacqueline no pudo reaccionar. Se quedó clavada en las escaleras mirando cómo aquel hombre desaparecía en la oscuridad del túnel con Bruno. Permaneció en silencio, petrificada, reflexionando sobre lo que había ocurrido. Pensando en cómo les iba a explicar a los dueños del perro lo acontecido. E imaginando la cara del amable señor al llegar a su casa, abrir la maleta, y descubrir lo que en realidad había en ella.

Presentación

Hola. Me llamo Pedro Óscar, y este es mi blog. ¿Que de qué voy a hablar? Pues sinceramente, no lo sé. De cualquier cosa que se me vaya ocurriendo. Historias realmente interesantes o cosas intrascendentes que no merezcan la pena leer. Quizás sacie el sueño que un día tuve de ser periodista deportivo. Quizás cuente qué ocurrió exactamente aquella vez en la que el Gran Wyoming me salvó la vida. Quizás dé alguna recomendación/opinión sobre cine o música. Quizás hable de mi vida, o de la vida, desde mi escasa cultura y desconocimiento. ¿Con qué frecuencia? Quizás diariamente, quizás semanalmente, quizás una vez al año, o quizás esta sea la primera y última vez que escriba. Quizás, quizás, quizás. El único no quizás, la única certeza y la única verdad irrefutable, es que todo lo que aquí se encuentre, habrá sido escrito con la más rigurosa subjetividad.